Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), poeta, novelista, dramaturgo,
periodista y crítico, es considerado uno de los escritores ingleses más
populares, multifacéticos y prolíficos de su época. El acontecimiento más
importante de su vida fue sin duda su ingreso a la Iglesia Católica, ocurrido
en 1922, madurando a través de largos años de reflexiones y vacilaciones. En
las primeras páginas de su San Francisco de Asís, Chesterton resume sus
esperanzas al escribir este libro.
La biografía de San Francisco de Asís es, sin duda, uno de los mejores relatos breves escritos por G. K. Chesterton, hasta el punto de ser considerada como una obra de referencia sobre este tema. El ritmo trepidante y las singulares anécdotas que salpican el relato, ponen de manifiesto la extraordinaria compenetración del autor con su biografiado. Surgen así, aspectos novedosos, en muchos casos desconocidos incluso para los especialistas, que magnifican la asombrosa y atractiva personalidad del santo.
La obra de Gilbert Keith
Chesterton abarcó varios géneros literarios, entre ellos la biografía. A mitad
de su vida decidió convertirse al catolicismo, hecho que causó gran conmoción
pues no hay que olvidar que estamos hablando de un ciudadano inglés. Al abrazar
esta nueva doctrina (que defendió como pocos) sus escritos empezaron a reflejar
su ideología religiosa, y fruto de ello son por ejemplo los relatos del Padre
Brown y las biografías de San Francisco y Santo Tomás de Aquino.
En San Francisco de Asís la
impresionante vida del santo aparece observada desde la mirada siempre aguda de
Chesterton y matizada por relatos anecdóticos, consiguiendo así un libro ameno
a la vez que una biografía fiel y hasta reveladora, al punto que se convirtió
en obra de referencia para muchos especialistas en la vida de San Francisco.
San Francisco de Asís se publicó
en 1923, y la crítica le hizo justicia cuando señaló que, en la pluma de
Chesterton, la vida de un santo podía ser tan atractiva como cualquier novela
romántica.
Los santos son ante todo hombres;
la santidad, que es del orden sobrenatural, se apoya en el orden natural. El
hombre es el único ser de la creación que puede ser santo, pero no hay dos
santos iguales porque cada uno singulariza su santidad según los dones
recibidos. A pesar de estar tan cercanos entre sí en el tiempo, santos como
Domingo de Guzmán, Tomás de Aquino, Luis rey de Francia y Francisco de Asís,
son muy distintos en su santidad.
Los santos viven en la eternidad
y en el tiempo, participan de Dios y de la historia, pero la intemporalidad de
San Francisco es más evidente porque su lenguaje, que es el del amor y del corazón,
llega a lo más profundo del ser humano. La santidad es la plenitud en el amor,
pero en la unión con el Amor hay moradas y creemos que el hombre Francisco
llegó a la más cercana.
Su figura en el siglo XX adquiere
contornos y dimensiones similares a las que tuvo hace 800 años porque el siglo
que termina está sediento de amor. Ha bebido el agua en fuentes envenenada y
necesita fuentes puras. Se nos ocurre que el Amor lo ha elegido nuevamente para
acercarnos el mensaje de su Hijo, el Verbo Encarnado, nos intrigó hace 20
siglos. Las palabras del mensaje son sencillas: "Amaos los unos a los
otros como yo os he amado", "Si amáis sólo a los que os aman, ¿qué
tiene de particular, no lo hacen también los gentiles?. Amad a los que no os
aman". "Dad di beber al sediento", "Lo que hiciereis con el
más pequeño de vosotros conmigo lo estáis haciendo" y "El que quiere
ir en pos de mí que tome su cruz y mi siga". Palabras extrañas al hombre
moderno pero palabras de unión y di gozo que debemos empezar a balbucear y
practicar como si fuéramos niños recién nacidos.
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