domingo, 30 de agosto de 2015

EL MENSAJE MORAL DEL NUEVO TESTAMENTO


CARACTERÍSTICAS DEL MENSAJE MORAL PREDICADO POR JESÚS

Se suponen en este tema dos principios:
1. Que no podemos reducir la fe cristiana a un programa ético, puesto que el cristianismo contiene también un programa moral, el cual, a su vez, no es posible separarlo de las verdades que se han de creer.
2. Se ha de tener a la vista que el programa moral cristiano no es reducible a un sistema filosófico, sino que es un mensaje moral revelado por Dios, cuyo cumplimiento esta condicionado a que el hombre recurra a su auxilio, pues algunas de sus exigencias superan las fuerzas naturales.

La ética cristiana no es un simple código de conducta, sino que la primera referencia es la persona misma de Jesús: su vida es el paradigma de la conducta moral de todo hombre, especialmente para los bautizados.

Del mensaje moral cristiano cabe señalar, entre otras cosas, las diez siguientes características:

1.     Lo decisivo no es el actuar sino el ser

Este enunciado es aparentemente paradójico, dado que la ética es una “ciencia práctica”.  Pero en él se quiere subrayar que en el cristianismo – como en ningún otro sistema moral- la concepción del hombre es el elemento primero; o sea, que la antropología sobrenatural es el presupuesto que fundamenta el mensaje moral del Nuevo Testamento.  En esto se da un riguroso ajuste, es decir, la íntima relación que existe entre antropología y moral.  El cristiano encuentra las exigencias del comportamiento moral en su mismo ser: se trata de “actuar” conforme a lo que realmente “es”.  En este sentido, la vida moral consiste en traducir las exigencias de la nueva vida comunicada por el bautismo al campo de la existencia diaria.

Esta primera afirmación anula la objeción de que la moral cristiana es una “moral heterónoma”, pues, precisamente porque “es cristiano debe actuar como cristiano”.  Esto no es heteronimia, sino autenticidad y fidelidad al propio ser.

En esta característica se fundamenta el principio de la “unidad de vida”, que demanda no separar ningún aspecto de la existencia: la totalidad de las actividades cotidianas deben llevarse a cabo como cumplimiento del querer de Dios y como un servicio a los demás hombres.  De este modo, la vida entera del cristiano se integra en las exigencias ascéticas y morales.


2.     Lo más importante no es el exterior, sino lo interior

     Esta “característica” está íntimamente relacionada con la anterior y deriva de ella.  En efecto, si el bautizado ha experimentado una profunda transformación interior, hasta el punto de ser una “nueva criatura” (Gal 6, 26; Rom 7, 6; 2 Cor 5,17) y “un hombre nuevo” (Ef. 4, 23-24), en lógica consecuencia los imperativos morales proceden del interior mismo hombre.

En este sentido expresa Jesús al afirmar que “no es lo que entra del exterior lo que mancha al hombre”, sino lo que “sale del interior”.  El Señor añade que “del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mt 15, 10-20; Mc 7, 1-23), es decir, el mal, pero también en el interior de la persona se puede fomentar el bien.
    
Esa característica está confirmada por la psicología, que, mantiene el principio de la “motricidad de las imágenes”, explica como el conjunto del mundo interior, reflejado en imágenes, tiende a realizarse.  Asimismo, justifica el hecho de que la moral católica demande como falta grave los pecados internos, o sea los pensamientos y deseos consentidos que quebrantan los mandamientos de Dios e inclinan a la persona al mal.  Finalmente, este principio indica que no es posible llevar una vida moral, si el hombre no cuida su propio interior.  Y, al contrario, la grandeza ética de la persona se fragua en la pureza moral de sus pensamientos, tendencias y deseos.

3. La moral cristiana es una moral de actitudes

Esta característica no indica que los actos singulares se contrapongan a las actitudes, como es estas constituyen la moralidad y no las acciones puntuales.  Esto seria un error, dado que la moral contempla siempre la eticidad de las acciones singulares pues, como escribe Tomas de Aquino,  “la moral es de lo singular” (Sum. Teol: Introd. a la III).

Por el contrario, esta característica es una lógica deducción de las dos anteriores.  Con ella se expresa que, la educación no cuida solo cada uno de los actos del individuo, sino que ha de crear hábitos de conducta, y esto, a su vez, se facilita en la medida en que se atiende a las actitudes radicales de la persona.  Pues, de modo semejante, cuidar las actitudes básicas es situarse a un alto nivel de la moralidad.  “Las bienaventuranzas se refieren a actitudes y disposiciones básicas de la existencia” (VS, 16).

De aquí que las grandes exigencias de la moral cristiana que asume las actitudes mas profundas de su ser.  Asimismo explica la profundidad que entraña la verdadera “conversión”, así como la radicalidad de la “respuesta” con la que el cristiano ha de responder a la “llamada de Dios”.


4. La moral neotestamentaria no es prioritariamente una “moral negativa” sino “positiva”

Esta cuarta característica incluye las tres anteriores y deriva directamente de la primera.  En efecto, si el actuar del cristiano depende de la riqueza que entraña su ser sobrenatural, es decir el “hombre nuevo” por consecuencia, actuar en cristiano será llevar a cabo las virtualidades (Fe, Esperanza y Caridad) que entraña su “nueva vida en Cristo” (Rom 6, 4-15).

Pero tenemos una limitante, no es que el cristiano no este obligado a evitar el pecado, pues también el creyente está sometido a la tentación del mal (concupiscencia).  Pero, junto con “evitar el mal”, ha de estar preocupado por “llevar a cabo el bien”.  En este sentido, la moral cristiana no es tanto una moral “negativa del evitar”, sino más bien una moral “activa del actuar” no es importante caer, sino levantarte.

Esa característica justifica también el hecho -no fácil de entender por todos- de que en la lista de las culpas morales caben también los llamados “pecados de omisión” a este respecto, es ilustrativo el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo, todo el dedicado a la conducta de los pecados de omisión.


5. La moral cristiana no se mide por la ley “de lo justo”, sino de “la perfeccion”

     Esta quinta característica incluye el contenido de las cuatro anteriores y, al mismo tiempo las resume.  En efecto, si la conducta cristiana del ser humano deriva de la vida sobrenatural comunicada en el bautismo, que incluye la interioridad y las actitudes más profundas del ser humano y por ello está obligado a hacer el bien, la altura moral a la que debe tender la existencia cristiana no se mida por la exigencia de una “moral de mínimos”, sino que demanda la perfección.  Todos los cristianos están llamados a la santidad.

Desde el primer escrito del Nuevo Testamento se recuerda a los creyentes la santidad a la que están llamados:  “Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación” (1 Tes. 4, 3), y Jesús se remonta hasta la santidad de Dios:  “Sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).  Los textos bíblicos pueden multiplicarse.  La moral cristiana no es, en consecuencia, tanto la “moral del pecado”; cuanto la “moral de la virtud”.


6. Jesús no absolutiza los preceptos, pero la ética cristiana contiene preceptos absolutos

Esta característica subraya que el cristianismo no es una moral de normas”, al modo como era la moral de los fariseos, tan fustigada por Jesús (Mt 12, 1-8; 15, 1-9), etcétera.  Pero al mismo tiempo, los Evangelios relatan que Jesús cumplió no pocas leyes, y el mismo Nuevo Testamento menciona normas que el cristiano está obligado a cumplir.

Sin embargo, las normas no ocupan el primer lugar, ni su fin es ahogar la autonomía de la conciencia. Al contrario, la ley indica a la conciencia donde están los verdaderos valores.  Por ello, debe estar abierta a las leyes que le indican lo que ha de hacer y que debe evitar.  Asimismo debe estar atenta a los preceptos que le advierten que existen actos que son malos por si mismos, ante los cuales no puede claudicar.


7. La moral predicada por Jesús es una moral de premio y castigo

Es evidente que las categorías premio-salvación, castigo-condenación están en baja en amplios campos de la cultura actual, desde la escuela a la familia.  Ello repercute en la moral cristiana.  Incluso algunos de los que apuestan por los valores éticos del cristianismo dudan e incluso niegan que las malas conductas sean castigadas por Dios, máxime si se trata del castigo eterno, es decir, el infierno.  Sin embargo, la pregunta del joven rico: “¿Qué he de hacer para conseguir la vida eterna?” (Mt 19,16), plantea con rigor que la “salvación” encierra el sentido último del actuar ético=moral.

Y sin embargo, por exigencias de rigor intelectual, no cabe entender las enseñanzas éticas de Jesucristo y prescindir del premio o castigo con que Jesús retribuye la buena o la mala conducta de los hombres.  Cabe señalar la verdad mas a veces enunciada en el mensaje moral del Nuevo Testamento es la existencia de un “castigo eterno” para quienes no obran correctamente.  Salvación y condenación, si bien no tienen el mismo acento en la predicación de Jesucristo. Él es el Salvador y viene a salvar a los pecadores, sin embargo, aunque se sitúan en distinto plano, los presenta como alternativa.  Finalmente, negar que la conducta humana merece “premio” o “castigo”, no solo se opone a la fe, sino que es carecer de un mínimo de rigor intelectual en la lectura e interpretación del Nuevo Testamento.

8. La moral cristiana es una moral para la libertad

La conquista y la afirmación de la libertad es fruto del cristianismo.  El pensamiento pagano se movía entre la fatalidad, el hado y el destino.  Pero el “fatum” greco-romano cedió ante el hecho de la Revelación acerca de la voluntad de Dios que respeta el ser propio del hombre, que es, por definición, un ser libre.  Más aún, en la medida en que el cristiano vive la nueva vida del espíritu, alcanza cotas más altas de libertad, dado que “El Señor es espíritu y allí donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Cor 3,17).

La moral cristiana está asentada sobre la afirmación de la libertad humana: porque el hombre es libre, es responsable de sus actos: “Para que gocemos de la libertad, Cristo nos ha hecho libre; manteneos, pues, firmes y no os dejéis sujetar el yugo de la servidumbre” (Gal 5,1).  Mas aun el Nuevo Testamento invita al hombre a que viva su libertad: <<Vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad” (Gal 5,15). Pero San Pablo reprocha a los gálatas el mal uso que hacen de su condición de hombres libres: “Tenéis la libertad por pretexto para servir a la carne” (Gal 5,13).

La filosofía enseña que la libertad no consiste en el “poder físico”, sino en el “deber moral”.  De aquí que la libertad se ventila, de hecho, en la conducta ética, pero la verdadera libertad se cumple solo en la medida en que el hombre realiza en bien.  Ya los clásicos afirman que “hacer el mal no era la libertad, ni siquiera una parte de la libertad, sino tan solo signo de que el hombre era libre”.  En efecto, la verdadera libertad consiste en esa capacidad que tiene el hombre de “poder hacer el mal” y, sin embargo, “decide optar por el bien”.  Por eso el pecado no libera, sino que esclaviza, pues quien lo comete “es un esclavo” (Jn 8,34).  Por el contrario, la práctica del bien conduce a la verdadera libertad.

9. Dimensión escatológica de la moral cristiana

     Prescindimos de las cuestiones que suscito la teología protestante acerca de la “provisionalidad” de la moral cristiana en relación con el sentido escatológico de la historia humana.

Lo que se deduce de la moral del Nuevo Testamento es que la conducta de cada hombre, durante el estado terrestre, esta sometida al cumplimiento de los “preceptos del Señor” (2 Ped 3,2).  Asimismo, consta que Jesús, en la segunda venida, levantara acta de la existencia individual de cada uno y le retribuirá según el bien y el mal que haya hecho (Mt 25).

 Al mismo tiempo se planteó la cuestión de que, en espera del estado final de la historia, el creyente no debe desentenderse del empeño por hacer una sociedad más justa.  Más aún, el compromiso cristiano por la justicia es una consecuencia de la condición escatológica de la historia humana.  Pablo reprueba a los tesalonicenses el que hayan dejado de trabajar ante la falsa creencia de la proximidad del final de la historia y les anima a que lleven “una vida laboriosa en vuestros negocios y trabajando” (1 Tes 4,11; 2 Tes 3,12).
    
Los exegetas convienen en que la vida moral se debe realizar en este mundo, aunque sin olvidar el carácter escatológico de la historia.  Y el Concilio Vaticano II recuerda a los cristianos esta misma actitud:

“Se nos advierte que de nada sirve ganar todo el mundo si se pierde a si mismo.  No obstante, la esperanza de una nueva tierra no debe amortiguar, sino mas ben avivar la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo futuro… el reino esta ya misteriosamente presente en nuestra tierra: cuando venga el Señor, se consumara su perfección”.


     De ese modo, la moral cristiana une el presente y el futuro, uno y otro se condicionan mutuamente.


10. La moral cristiana es una moral de la gracia y del amor

Esta última característica reasume las anteriores. Con ello se destaca su profunda unidad.   En ella se quiere expresar que la moral cristiana tiene por objeto a Dios, que es donde, en último término, confluye la vida y la predicación de Jesucristo.  Al mismo tiempo, la consideración de Dios como Padre constituye el centro de la revelación de Jesús.  Por ello, en la moral cristiana ocupa un lugar central la virtud de la caridad, y en el “amor a Dios y al prójimo” se resume el quehacer moral (Mt 22,40).

Finalmente, la moral cristiana es la moral de la gracia no solo porque, sin la ayuda de Dios es imposible llevarla a cabo, sino también porque, como se ha dicho, es el desarrollo de la vida de la gracia comunicada al creyente en el bautismo.  La moral cristiana consiste en el desarrollo de la nueva vida en Cristo.

“A partir del día en que Cristo trajo a los hombres “el don de Dios” (Jn 4, 10; Ef. 2, 8-9; Heb 10, 29), la moral ya no será obediencia a los preceptos, sino el correcto e integro despliegue de una vida.  Esta se articula, en efecto, sobre una ontología: una “nueva criatura” (2 Cor 5, 17;  Hech 2, 10), un “hombre nuevo”, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad (Ef 4,24), un hombre interior cuya ley de crecimiento consistirá en renovarse de día en día (2 Cor 4,16;  Col 3, 10;  Rom 12, 2): ¡Llegar a ser plenamente lo que es!”.

A esta altura de eticidad se remonta la vocación del cristiano; por ello, la altura de la moral cristiana se cumple en esta expresión de San Pablo: “No soy yo, sino que es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20).

TALLER:
1.     Responde de acuerdo a la lectura:
a.     ¿Cuál es la concepción de hombre en el sistema moral del nuevo testamento?
b.     ¿Por qué se puede afirmar que la moral del cristiano es una moral heterónoma?
c.     ¿Por qué no es posible llevar una vida moral, si el hombre no cuida su propio interior?
d.     ¿Por qué se define la moral cristiana como una moral “activa del actuar”?
e.     ¿Qué es la concupiscencia?
f.      ¿Cuál es la diferencia entre la moral de normas y la moral cristiana?
g.     ¿Por qué se puede definir la moral cristiana como una moral de la virtud?
h.     Argumenta ¿Por qué la moral cristiana está asentada sobre la afirmación de la libertad humana: “el hombre es libre, el hombre es responsable”
i.      ¿Cómo se explica la unión entre moral y escatología?
j.      ¿Cuáles es la idea principal para afirmar que la moral cristiana es una moral de la gracia?

2.     Realiza un esquema o mapa conceptual sintetizando la lectura.



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