DEL PAPA JUAN PABLO II AL CUMPLIRSE EL VIGESIMO ANNIVERSARIO DE LA POPULOROM
PROGRESSIO (30 de diciembre de 1987)
Sollicitudo rei socialis nos muestra un panorama más sombrío de la
situación y de las expectativas socioeconómicas mundiales. Se agravan las
diferencias entre el norte desarrollado y el sur hundido en la pobreza. La
política de bloques, Este-Oeste, se muestra contraproducente para la
solidaridad internacional. Prospera el armamentismo, la producción del negocio
de armas, figurando a menudo como clientes de excepción, países hundidos
económicamente en la miseria.
Incrementa su ciudadanía el cuarto mundo, el de los pobres. Se niega
“el derecho de iniciativa económica sobrentendemos en los países del Este.
Aparecen nuevas formas de pobreza, se niega el derecho a la libertad religiosa,
el derecho a participar en la construcción de una sociedad, la libertad de
asociación, o de formar sindicatos, o de tomar iniciativas en materia
económica” (n· 15).
El fenómeno de la urbanización hace más agudo el problema de la
vivienda. Aumenta globalmente el desempleo y el termino nuevo
“subdesempleo”(N·18). Se agrava el problema de la deuda internacional. Siguen
necesitando de profundas reformas y evoluciones tanto el capitalismo liberal
como el colectivismo marxistas asistimos el empeoramiento, en magnitud y
calidad, del problema de los refugiados, el crecimiento demográfico acelerado
del tercer mundo y cuarto mundo hace más difíciles las soluciones. Se degrada
la naturaleza. Asistimos al escándalo del contraste entre la pobreza y miseria
de las grandes mayorías, por un lado, y el “superdesarrollo”(N·28) y la
adoración a la sociedad de consumo, por otro. Crecen los porcentajes de
analfabetos y el hambre en el mundo.
Los pueblos y los individuos aspiran a su liberación, la búsqueda del
pleno desarrollo es el signo de su deseo de superar los múltiples obstáculos
que les impiden gozar de una vida más humana siendo pues la mayor importancia
en la encíclica ayudar a los diferentes pueblos del mundo que no han sido
capacitados para salir adelante y con estas encíclicas se le piden a los países
más fuertes para ayudar a los más débiles.
Por tanto, no se justifican ni la desesperación, ni el pesimismo, ni
la pasividad. Aunque con tristeza, conviene decir que, así como se puede pecar
por egoísmo, por afán de ganancia exagerada y de poder, se puede faltar también
ante las urgentes necesidades de unas muchedumbres hundidas en el subdesarrollo
por temor, indecisión y, en el fondo, por cobardía.
Todos estamos llamados, más aún obligados, a afrontar este tremendo
desafío de la última década del segundo milenio. Y ello, porque unos peligros
ineludibles nos amenazan a todos: una crisis económica mundial, una guerra sin
fronteras, sin vencedores ni vencidos. Ante semejante amenaza, la distinción
entre personas y Países ricos, entre personas y Países pobres, contará poco,
salvo por la mayor responsabilidad de los que tienen más y pueden más.
El papa también detecta algunos signos positivos del momento presente:
la plena conciencia de la propia dignidad y la de cada ser humano en muchísimos
hombres y mujeres; la preocupación por el respeto de los derechos humanos y el más
decidido rechazo de sus violaciones; la convicción de una radical
interdependencia y por consiguiente, de una solidaridad que la asuma y traduzca
en el plano moral; el respeto por la vida.
Respecto del humanismo del desarrollo, tras criticar peyorativamente
denominada sociedad del consumo de consumo, distingue entre el “tener” y el
“ser” para subrayar que lo primero debe estar subordinado a lo segundo. Tener
objetos y bienes no perfecciona de por si al sujeto si no contribuye al
enriquecimiento de su ser”, es decir a la realización de la vocación humana
como tal”(N·28).
Cree el papa que hay una comunicación intrínseca entre el desarrollo
autentico y el respeto de los derechos del hombre. Es por eso que la última
parte de la encíclica está dedicada a algunas orientaciones más concretas
haciendo hincapié en la naturaleza propia de la doctrina social de la Iglesia
que no se presenta como una ideología más sino como un conjunto de principios
que aplican la teología moral al contexto sociopolítico-económico y así dar
orientaciones a quienes puedan actuar a partir de esos principios. Tales principios
son el destino universal de los bienes, el ya recordado de solidaridad y el
principio de subsidiariedad .El Papa hace una invitación a las naciones a
revisar, reformar y establecer formas de cooperación.
En la conclusión, Juan Pablo II hace un llamado a todos los cristianos
y hombres de buena voluntad a trabajar con estos objetivos.
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